Un reciente informe de The Economist puso en discusión la complejidad para los próximos años de la industria en ambos países y reveló los efectos que ya se vienen viendo.
La vitivinicultura como agroindustria no está exenta de sufrir drásticas modificaciones en los próximos años, producto de los efectos del calentamiento global. Sin embargo, las consecuencias ya se advierten paulatinamente y de ello poco se está hablando.
Como producto de este fenómeno climático, las temperaturas máximas crecen cada vez más y se eleva el promedio de temperatura anual. Además, los veranos se vuelven más largos y la radiación solar más impactante. Esto afecta de manera directa en la disposición de agua para riego.
En este sentido, un reporte del diario The Economist llevó a cabo un relevamiento del impacto en la producción de uvas en Argentina y Chile, como consecuencia del calentamiento global. Llegó a la conclusión de que se acumulan cuatro años de caída en la cosecha anual, en los últimos cinco años.
De hecho, la situación para Argentina y Chile no es ajena a la Región. En Latinoamérica también cayó la producción de uva (sea para vinificar o no) y ésta merma explica un tercio de la baja en la producción mundial en 2023, según explicó el informe. Ese año, por ejemplo, se vivió la peor cosecha desde que se tienen registros en nuestro país.
Pero la situación no es exclusiva de Latinoamérica. Según el reporte, cayó la producción de uvas en dos de los tres principales productores del mundo como Italia y España mientras que el restante, Francia, mantuvo la producción casi sin crecimiento. También sufrieron otros países productores como Australia y Sudáfrica. Estados Unidos, en cambio, incrementó su producción.
En cuanto al riego específicamente en Argentina y Chile, la disponibilidad de agua se explica puntualmente por el deshielo en la cordillera de Los Andes, y según reportó The Economist, ésta disponibilidad se volverá cada vez menos “fiable”, por su imprevisibilidad.
Como alternativa al crecimiento de las temperaturas, desde The Economist especularon: “Avanzar más hacia Los Andes (crecer en altura) reduce el riesgo de daños relacionados con el calor, pero expone a las vides a otros peligros, como granizo, deslizamientos de tierra e inundaciones repentinas. Se necesita un inversor valiente, con mucho dinero, para reunir el dinero necesario para tal medida”.
Además, señalaron que fuera de América Latina, “los nuevos viñedos suelen ser financiados con capital de riesgo. Pero esas fuentes de financiación son comparativamente escasas en la Región (de Latinoamérica). La mayoría de los productores probablemente terminarán quedándose y sufriendo el calor”.