El vino sin alcohol ha generado debate y curiosidad entre los amantes del vino y los especialistas en enología. La pregunta que surge es: ¿puede considerarse verdaderamente vino un producto al que se le ha retirado su componente esencial, el alcohol?
Para comprender mejor esta cuestión, es necesario adentrarnos en los procesos de elaboración y las técnicas utilizadas.
Según el Artículo 1093 del Código Alimentario Argentino (CAA), el vino se define como el resultado de la fermentación alcohólica de la uva fresca y madura, o del mosto de la uva fresca, elaborados dentro de la misma zona de producción. Esta definición establece que el vino tradicional debe contener un contenido de alcohol adquirido no inferior al 8,5% vol.
El vino sin alcohol se obtiene mediante la fermentación alcohólica convencional, seguida de un proceso de desalcoholización. Este procedimiento implica la eliminación del alcohol resultante de la fermentación, dejando intactos los demás componentes del vino.
Es importante destacar que los vinos sin alcohol suelen tener una recomendación de temperatura de consumo más baja que los vinos convencionales. Se sugiere servirlos fríos, entre 4°C y 9°C, para resaltar sus cualidades refrescantes.
Existen diversas técnicas para desalcoholizar el vino, siendo las más utilizadas las técnicas de membrana, como la ósmosis inversa y la destilación osmótica. En la ósmosis inversa, se utiliza una membrana no porosa selectiva que permite el paso del agua y el alcohol, pero no de otros componentes disueltos. Por otro lado, la destilación osmótica se basa en el establecimiento de una presión de vapor diferencial a través de una membrana hidrófoba.
La liofilización, otra técnica empleada, implica congelar el vino y someterlo a una cámara de presión para que parte del agua y del alcohol se eliminen por sublimación. Sin embargo, este proceso puede afectar la intensidad aromática y ciertos componentes del vino.
Hay que tener en cuenta que, aunque el vino sin alcohol conserve muchos de los sabores y aromas característicos del vino tradicional, la ausencia del alcohol puede influir en su estructura y percepción sensorial. El alcohol aporta cuerpo, textura y sensación de calor en la boca, elementos que no se encuentran presentes en el vino sin alcohol.
Por lo tanto, si bien el vino sin alcohol mantiene gran parte de las características organolépticas del vino convencional, existen diferencias significativas en su composición y experiencia sensorial. Si consideramos que el alcohol es un componente esencial del vino tradicional, resulta comprensible que surjan dudas sobre si el vino sin alcohol puede ser considerado como tal.
En última instancia, la respuesta a la pregunta inicial depende de la perspectiva y las preferencias de cada persona. Los vinos sin alcohol ofrecen una alternativa interesante para aquellos que desean disfrutar de los sabores y aromas del vino sin los efectos del alcohol. Sin embargo, es importante destacar que la presencia o ausencia de alcohol es un factor determinante en la definición tradicional del vino.
El vino sin alcohol es una opción cada vez más popular en el mercado, pero su verdadera naturaleza y su clasificación como auténtico vino continúan siendo objeto de debate. Mientras algunos consideran que el vino sin alcohol representa una variante válida y disfrutable, otros pueden argumentar que el vino auténtico debe contener alcohol como parte integral de su esencia. La decisión final recae en los consumidores y su apreciación personal de esta innovadora alternativa enológica.
FUENTE: RADIO3CADENAPATAGOVIA.COM.AR
