Los datos surgen de la comparativa entre los años 1980 y la actualidad. Se ve un gran crecimeinto desde el año 2004 cuando el sector se profesionalizó. 

Poco tiene que ver el sector del vino de la Denominación de Origen Calificada (DOCa) Rioja de hace 40 años con el actual. Las grandes cifras así lo demuestran, con una superficie de cultivo que casi se ha duplicado al pasar de las 38.000 hectáreas de los primeros años de los 80 del siglo pasado a las más de 66.000 actuales y, en este tiempo, con cambios sustanciales como la concesión del apellido de ‘Calificada’, en 1991, o la organización del sector en torno a un sistema interprofesional a partir del año 2004.

La primera parte de la década de los 80 del siglo XX fue una época de expansión. Hasta entonces, el cultivo de la viña no era precisamente el más rentable y en los pueblos de monocultivo, agrupados especialmente en la Sonsierra, las rentas eran inferiores a otras poblaciones agrícolas que trabajaban el cereal, la patata o las hortalizas.

Es a partir de finales de los 70 cuando Rioja comienza a crecer en superficie y en capacidad comercial, con la implantación y desarrollo de grandes compañías y la entrada de capital de grupos jerezanos e inversiones bancarias y de industriales vascos. Hubo entonces también momentos de tensión, con el grupo de bodegas históricas preocupadas por el fraude y la falta de controles de un Consejo Regulador poco desarrollado que, poco a poco, fue controlando las llegadas de vino de fuera y la producción real de las añadas, en un proceso que terminó en 1991 con la prohibición de la venta de graneles y la obtención de la condición de Calificada.

De 1992 hasta final de siglo, las ventas crecen más que la producción y los viticultores se encuentran con una importante rentabilidad, que se corta de raíz en el año 2000 tras las tremenda helada de 1999, pero que volverá a recuperarse en unos pocos años.

Actual pleno del Consejo Regulador, con Fernando Ezquerro como presidente. / M.H.

Son tiempos de cambio de modelo estructural, con la pérdida de protagonismo de la figura del cosechero que, aprovechando el sustancial cambio legislativo que redujo del mínimo de 500 barricas, primero a 100 y luego a 50, se fue convirtiendo en criador de vino y sumándose a las oportunidades comerciales de mayor valor añadido. De ahí surge la figura de la bodega familiar, que elabora sus uvas, vende sus vinos, jóvenes y criados, y que propicia también un importante desarrollo y prosperidad en los pueblos vitícolas.

El profesor Emilio Barco, autor de las monografías ‘Análisis de un sector’, publicadas en cinco entregas en los años 1985, 1991, 2002, 2008 y 2018 –de donde se han obtenido las cifras históricas que acompañan este reportaje– se refiere a estos años de finales de los 90 como un punto de inflexión, en el que la Denominación de Origen decide tomar un camino, el del crecimiento, y que él define como «crítico» o de «no retorno»: «Es cuando el sector hizo suya esta idea de que la DOCa Rioja es una gran denominación grande expresada por quien era presidente del Consejo Regulador en la segunda mitad de los años 90», escribe Emilio Barco.

El sector ya estaba cambiando y es, sobre todo a partir de la constitución de un modelo interprofesional, cuando el crecimiento se multiplica, a medida que también aumenta la comercialización de vinos y la internacionalización del sector, con la llegada también de grandes grupos vitivinícolas españoles como Félix Solís, García Carrión, Torres o Freixenet y con la posibilidad de utilizar una misma marca en diferentes regiones vitícolas o denominaciones de origen.

En este sentido, si en 1983 se ampararon 106 millones de kilos de uva por el Consejo Regulador, en el pasado 2021 se reconocieron más de 400 millones de kilos, pero en algunas añadas anteriores se ha llegado casi a la cifra de 500 millones. Si Rioja vendía 108 millones de litros a comienzas de los 80, casi 40 años después comercializa 254 (más de 280 antes de la pandemia y la última crisis).

Si en 1983 había 58 bodegas embotelladoras de vino, en la actualidad hay 571 –aunque por el camino se han quedado cientos y cientos de cosecheros– y, si el precio de la uva tinta en 1982 fue de 0,29 euros, en el 2020 fue de 0,63.

El cambio de la DOCa Rioja no se aprecia únicamente en las cifras. La viticultura aumentó de rendimiento, se impulsó la mecanización y el arranque de viejos viñedos, las concentraciones parcelarias, en definitiva, se hizo mucho más industrial. Hasta la crisis del 2008 es el momento también de millonarias inversiones en bodegas firmadas por arquitectos de renombre internacional y la llegada de importante capital de la construcción que, en varios casos, explotaron cuando lo hizo la burbuja inmobiliaria. Hoy en día, el escaso crecimiento en valor de la uva y el vino es el principal problema, con graves tensiones territoriales y con un modelo, el de las denominaciones de origen, que algunos consumidores han puesto también en cuestión.

FUENTE: LARIOJA.COM