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Industria vitivinícola: los datos que confirman cómo tambalea la actividad

En abril, los números llevaron a tierra lo que ya era un secreto a voces en el mundo de la vitivinicultura: las ventas se caen adentro y afuera, muchos han comenzado a achicarse y con la inflación en alza la mejor expectativa es vender a pérdida con el objetivo de no perder más en el plazo medio.

En abril, los datos de comercialización de vinos fueron negativos tanto en el mercado interno como en el externo. En el anticipo mensual que suele dar el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), se observó que las exportaciones cayeron de manera interanual 39,9% en volumen y 28,1% a valor FOB. En marzo (última cifra disponible), los despachos internos sufrieron una baja de 21%.

El número no está aislado y se encuentra en una suerte de tobogán en la que los distintos actores del sector o hacen malabares casi imposibles o están a punto de tirar la toalla; si es que ya no lo hicieron. Entre enero y abril la disminución en las ventas al exterior acumuló 29,4% y en el mercado interno la caída en el primer trimestre fue de 13,4%.

Se trata de un panorama esperado por los referentes del sector desde el año pasado debido a la caída de la cosecha por las heladas y diversas dificultades que atravesaron productores e industriales. Sin embargo, algo que no estaba tan claro entonces era la actual aceleración de la inflación; lo que ha complicado aún más a los distintos actores de la cadena que siempre se corta por lo más chico.

“Sabíamos que la helada iba a producir muchos problemas, pero no contábamos con esta inflación galopante”, comentó Fabián Ruggeri, presidente de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas (Acovi). Quienes están bajo el paraguas del cooperativismo tienen una última red de sostén que, no obstante, se hace cuesta arriba para muchos. En especial para los que no cosecharon este año y, más allá de algunas ayudas estatales, no tendrán nuevos ingresos para preparar la finca nuevamente.

En este sentido, ya se observa un achicamiento en las empresas. No es algo nuevo sino que sucede de manera incesante desde el año pasado, pero se ha acentuado a partir de febrero. Si bien todavía no se ha llegado a despedir personal, sí se suprimen contrataciones externas o se limitan las horas de trabajo. “En algunas plantas de fraccionamiento se han quitado hasta turnos completos”, advirtió Ruggeri.

Pérdidas de corto y largo plazo

La situación vitivinícola no escapa a las generales del resto de las actividades económicas y no hay buenas perspectivas para lo que queda del año. Tampoco hacia adelante en lo que respecta a la inflación. En este contexto, una de las cuestiones que se evalúa es algo que ya se ha hecho en 2018, 19 y 20: no aumentar los precios al mismo ritmo de la inflación.

“La gente no tiene plata en el bolsillo y es claro el vino es la última prioridad”, comentó Ruggeri. Cuando se publicaron los datos de mercado interno, Sergio Villanueva, gerente general del Fondo Vitivinícola, coincidía en el impacto que  la situación económica tiene en el producto.

El factor precio es clave en la venta de vino tanto en el mercado interno como en el externo. En el primero por la diversidad de productos con los que puede reemplazarse y en el segundo por el tope de los precios internacionales en un mercado bastante competitivo. “Todavía quedan aumentos por hacer para poder saldar los costos, pero eso juega en contra de las ventas”, destacó Ruggeri.

En este contexto, aseguró que se trabajó con precios estancados durante casi tres años y que la pérdida real del poder adquisitivo del productor es enorme. Hoy son muchos los que se preguntan cómo hacer frente al costo de un millón de pesos por hectárea que vale sacar la cosecha adelante.

En la misma línea, Diego Stortini, dirigente empresarial y vitivinícola de la Cámara de Comercio de Tunuyán, resumió la sensación actual: “estamos con  la lengua afuera”. Expresó que el desgaste del sector productivo, la inflación y la poca confianza que inspira el gobierno nacional amenazan con paralizar la vitivinicultura y las economías regionales en general.

De modo específico, Stortini lamentó que  la caída en los números de comercialización no solo impacta en el día a día del sector, sino que la herida es mayor en el largo plazo. En especial en los vinos de baja y media gama, cuyos consumidores pueden pasar a otras bebidas para después no regresar.

Así, mientras los productos de calidad alta corren el riesgo de perder mercados externos en el mediano plazo, los económicos pueden quedarse con menos clientes una vez pasado el cóctel inflacionario. “Es muy difícil recuperar a un consumidor que se va y más complejo aún es sostener un precio competitivo en el contexto actual”, subrayó Stortini.

 

 

FUENTE: MDZOL.COM

 

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1 Comentario

  1. Osvaldo dice:

    Nada

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