La falta de agua agudiza los conflictos ya existentes por el uso. Hay denuncias por robo de agua, causas judiciales y hasta lagunas secas por el desvío de ríos.
Al pisar, la tierra cruje. Secos y cuarteados, los terrenos que antes tenían agua ahora son parte del secano mendocino en Lavalle, San Martín y gran parte del Este. Al mismo camino, pero como salitrales, parecen ir los humedales del Sur, como Llancanelo. Los surcos que salen, como venas, desde los canales matrices también tienen el barro despoblado de vegetación. Incluso en los alrededores de Potrerillos, el espejo de agua más cercano y principal reservorio del Gran Mendoza, tiene fuertes señales de desertificación.
La Provincia, principalmente el oasis Norte, tiene disponible menos agua de la que consume y necesita. La sequía extrema que vive, la carencia, potencia la pelea por el acceso; la “guerra” del agua que es el principal conflicto ambiental y económico que enfrenta en la actualidad y hacia el futuro. La cuenca del Río Mendoza, que abastece a cerca de 1,5 millones de personas y más del 60% del PBG provincial, es donde el problema es más agudo. Este año no solo hay sequía, sino que está calculado que habrá mucha menos agua que la necesidad básica.
El Río Mendoza tendrá hasta octubre de este año un volumen total de 800 hectómetros cúbicos de agua. Es el equivalente a “dos diques Potrerillos”. Sin embargo, la media histórica es de 1300 hectómetros. Y de ese total, hay 330 hm3 comprometidos para abastecimiento poblacional, por lo que el agua disponible es de 500hm3. Potrerillos fue construido para almacenar 420 hectómetros. No todos los años se llena y, además, por la acumulación de sedimentos la «caja de ahorro» se achicó: no llega a los 400hm3. Desde que fue inaugurado la superficie del lago se redujo en un 13% (de 1500 ha a 1300 ha) y su capacidad de almacenamiento en un 20%, pues es de 360 hm3.
La demanda supera ese volumen y por eso hay un déficit que solo es posible enfrentar con ahorro o habrá “sed”. Sed en los cultivos, en la población más alejada, en la producción, en la generación de energía, en el turismo, en la industria.
Además del Dique, aguas abajo hay una red de 3400 km de canales, más de 100 mil hectáreas cultivadas y casi un millón y medio de personas. Además, hay usos no consuntivos como la generación de energía, el turismo y la refinación de petróleo.
Energía y riego
El volumen de agua del Río Mendoza se achica, pero la demanda sube. Menos agua, para más personas y actividades. Conflicto seguro. Esos problemas comienzan en la naciente misma. El dique Potrerillos tiene objetivos multipropósito y algunas veces entran en litigio. Es lo que pasa entre la empresa CEMPPSA (que tiene la concesión de la generación de energía) e Irrigación. La caída en el almacenamiento de agua acarrea pérdidas en la generación de energía. Y cada centavo se pelea. La Suprema Corte tiene en sus manos una causa iniciada por la empresa en contra de irrigación por haber “derrochado” agua sin justificación.
La base de esa demanda millonaria es porque en 2009, último año rico en deshielos, Irrigación liberó agua para alivianar el dique y se perdió, según CEMPPSA, la posibilidad de generar más energía a futuro. “Ese desvarío sin justificación por parte del DGI, además del perjuicio, evidenció la falta de toda razonabilidad en el tratamiento del Plan. Y por su parte, en el periodo 2008/2009, a la inversa se debió erogar por el descargador de fondo por debajo de la pauta, lo que redundó en una erogación de más del 50% de la capacidad del embalse y, pese a ser un año hidrológico rico, el embalse no se llenó”, denunciaron. “CEMPPSA se vio gravemente perjudicada, toda vez que la energía no generada se perdió total y definitivamente, sin posibilidad alguna de ser recuperada”, agregaron. Según la empresa que hizo el Dique, las pérdidas fueron por 5 millones de pesos de ese año, que superarían los 200 millones a precios de hoy.
La pelea es por lo que “se pudo y no se almacenó”, el último año en que el Río Mendoza trajo suficiente agua. Luego vino la administración de la pobreza hídrica.
Pues aguas abajo, la disputa es más crítica; mientras más al norte, peor. Robo de agua, desvío de canales, contaminación, son los motivos. En Lavalle lo saben y la competencia entre actividades cruza los límites. Es una pelea
Es lo que ocurre, por ejemplo, en el Canal Colonia unificado, donde con la quita de una compuerta se desvió agua y disminuyeron la entrega a un sector productivo de la zona. El volumen “robado” es enorme y afectó a proyectos ganaderos. Aunque la trama parece engorrosa, el conflicto es tangible: solo en esa zona hubo desvíos por más de 26 millones de litros de agua por turno y es un ejemplo de los cientos de litigios que se cruzan aguas abajo. Los principales afectados tienen un emprendimiento ganadero de engorde bajo riego en un campo explotado desde hace dos décadas. En la justicia penal hay una demanda realizada por los afectados, además de las denuncias en Irrigación.
Lavalle es el que sufre las consecuencias más duras de la tensión porque está al final del camino del agua; final que termina en tierra árida, campos disecados por la desertificación.
Le pasó a los Molina Jofré, de Lagunas del Rosario, que se mudaron de casa hace 10 años por una crecida, pero el año pasado hicieron una cancha de fútbol donde estaba la laguna que los inundó. “Nos mudamos por la crecida. Pero ahora no tenemos agua”, contó Fabián.
Lagunas secas
En el Sur de la provincia hay otro proceso de desertificación acelerado por el robo de agua. La laguna Llancanelo es uno de los humedales más relevantes desde el punto de vista del corredor biológico del continente. Es sitio Ramsar y fue eje de un conflicto ambiental relevante: en el año 2000 hubo una fuerte polémica por la explotación petrolera en la zona, donde debió intervenir la Suprema Corte para determinar las zonas donde se podía hacer extracción de petróleo (hay reservorios enormes de petróleo pesado, que se extrae con una compleja técnica impulsada por YPF). El resultado fue virtuoso porque se pudieron compatibilizar la protección ambiental de la reserva y la industria.
Pero la laguna se extingue más rápido de lo esperado por causa ajenas a la industria petrolera: el desvío ilegal del río que es su principal afluente; el robo de agua. En un relevamiento realizado por Guardaparques se constataron 7 desvíos ilegales del río Malargüe, tomas no autorizadas que amenguan y hacen desaparecer ese curso de agua. Tanto, que ese año, en 2016, dejó de ingresar a la boca de la laguna.
El relevamiento se hizo, justamente, porque en su desembocadura natural no ingresaba agua a la laguna Llancanelo. Las causas son varias. “Sobre el primer punto de observación, el volumen del caudal es notorio y a escasos metros ya no fluye por su cauce natural, debido a que en el lugar se encuentran maquinas trabajando en la extracción de áridos. Por ese motivo el rio ha sido desviado en diferentes cursos, estás ripieras tienen una longitud de dos kilómetros aproximadamente, sobre el cauce del rio”, describieron los Guardaparques.
Infografía
FUENTE: MDZOL.COM