Las actuales exigencias comerciales están vinculadas con productos que contribuyan a la sustentabilidad. El mercado de Europa es aún más desafiante y las empresas argentinas exportadoras deberán cumplirlo. El caso ejemplo.

La vitivinicultura, tarde o temprano, se adaptará a las exigencias que hoy imperan en el mundo del consumo, relacionadas al respeto por el medioambiente y el impacto social. La exigencia es del consumidor, y desde allí, la industria hace sus esfuerzos para adecuar la oferta.

Esta tendencia -que ya es realidad- se ve con mayor fuerza en Europa, donde el consumidor de vino es mucho más demandante de productos sustentables. Por ende, las empresas tienen más trayectoria y cuentan con mejores estrategias para implementar esas buenas prácticas. Una de ellas es un acuerdo para el cálculo de la huella ambiental.

La medición de la huella de carbono es determinante para establecer pautas que permitan disminuir al mínimo la contaminación tanto desde el proceso agrícola como en la industrialización, traslado y hasta comercialización. La Unión Europea tiene su propio cálculo, que analiza toda la cadena del vino.

Esta metodología no era aplicada en Argentina hasta que la bodega Trivento comenzó a implementarla (para adaptar los vinos que componen su oferta de exportación) en un proyecto que inició en 2019. Hoy en día es la única que calcula en base a este criterio.

El viernes pasado, en un evento desarrollado de manera conjunta con Bodegas de Argentina, la empresa presentó una guía para explicar el cálculo de la huella ambiental según la metodología de la Unión Europea, que ellos aplican al vino argentino.

La presentación apuntó a que el sector vitivinícola de todo el país conozca en profundidad qué es la huella ambiental, cómo se calcula y en qué consiste el resultado. Participaron referentes de Bodegas de Argentina como el Mauricio Olmedo (uno de los redactores del proyecto) y de la empresa, como su CEO Marcos Jofré.

“Ambientalmente, hoy nada supera a la huella ambiental porque es la única herramienta que ha logrado, a través de la cadena de producción, evaluar todos los impactos ambientales definidos por las Reglas de Cálculo de Huella Ambiental. Lo que ha hecho Europa en los últimos 12 años es ponerse de acuerdo con distintos rubros de productos y servicios, siendo uno de ellos la industria del vino y del espumante, definiendo las categorías de impacto que aplican en la industria. A cada impacto, se le da un valor, se suman todos y así se genera un impacto global representado por un sólo valor numérico. Es decir, con una sola cifra se hace la evaluación de impacto ambiental de toda la cadena del vino”, explicó Olmedo sobre el sistema.

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