Aún con una producción local al 60% y a la espera de las importadas, la crisis por el faltante de botellas persiste, y ya avanzado el ciclo comercial del vino, obliga a las bodegas a buscar alternativas para no discontinuar las ventas. Desde cambios de formatos y colores hasta fechas que «se estiran», todo vale para la industria en tren de superar los problemas y no morir en el intento.
«Con el objeto de mantener la provisión de nuestros vinos ante la falta de botellas que afecta a todo el sector vitivinícola, durante los próximos días y hasta nuevo aviso estaremos entregando el Vasco Viejo, que acostumbramos presentar en botellas Borgoña de 700 ml, en bordelesas de 750 ml«, informaron desde bodega López a sus clientes.
Para la centenaria firma ubicada en Gutiérrez (Maipú), se trata del primer cambio de tipo de botella forzado para su legendaria marca, que representa 25% de todo lo que elabora y comercializa en el país. Pero no el único, ya que incluso algunos tipos de envases directamente pasaron a ser historia.
Para su responsable, Eduardo López, «en el caso de Vasco el cambio representa más vidrio y hasta 8% más de contenido de vino, pero estamos tratando de adaptarnos a lo poco que hay. Son cambios permanentes de modelos, colores y tamaños; de hecho, hubo que suspender otros, como la botella de 375 cc, que ya no existe más».
Otro color
La mayoría de las bodegas intenta sobrellevar la crisis a su manera, con un mix de recursos que van desde asegurarse el insumo entre las cristalerías locales (aún no llegan a ajustar su producción) para reforzar su stock (las que aún tienen disponibilidad), mientras recurren a otro tipo de cambios obligados.
«La cristalería (Cattorini) nos abastece en forma irregular todavía, y tenemos faltante de formatos y colores. Por eso a una parte de los vinos blancos hubo que envasarlos en botellas verdes a falta de blancas, lo que comprende mercado interno y algo de exportación», reconoce Roberto González, de Nieto Senetiner, respecto a los vinos que equivalen al 30% del volumen total elaborado.
Pero el contexto crítico para el fraccionamiento de vino se agudiza todavía más cuando también cuesta conseguir en tiempo y forma etiquetas y cajas de cartón. Todo se traduce, según González, en corrimientos de hasta 15 días en los tiempos del calendario de actividad.
Otro calendario ¿y otros precios?
En la misma línea, para otras bodegas por ahora el plan también pasa por adaptar el cronograma de tareas. Esto es, diferir el fraccionamiento y por lo tanto también las entregas a puntos de venta.
Terrazas de Los Andes se aseguró una partida de botellas de algunas filiales internacionales del grupo Moet-Hennessy que llegarían en diciembre, para sostener la actividad comercial en base a un volumen de vino 15% superior al de la añada 2020. Según el director técnico, Marcos Fernández, «hasta entonces, aunque hay un margen de stock de seguridad, se ha tenido que postergar el fraccionamiento entre veinte y treinta días».
En adelante, una cuestión no menor que puede convertirse en una amenaza para el mercado vitivinícola: cómo impactarán los costos de la «nueva era del vidrio» en el precio final del vino. Es que momentáneamente las cristalerías no dan señales en tal sentido, cuando todo indica que habrá que esperar a bien entrado el 2022 para una recuperación total de la industria de ese insumo clave.
Por su parte, López estima la incidencia que la crisis de las botellas tendrá al final en el bolsillo de los consumidores. Para el empresario, actualmente, entre un 5 y 7% de costo comparativo «sumado el margen de distribución, terminará trasladándose en no menos del 10 al 15%«, con lo cual abre la incógnita de cómo reaccionará la demanda de vino entrado el 2022 frente a esa suba.
«Aun no sabemos cuál es la perspectiva de aumento. Lo cierto es que se espera que durante el primer semestre del 2022 se regularice la crisis, no así para Argentina, donde será recién en el segundo probablemente», completa González.
FUENTE: SITIOANDINO.COM.AR